A la espera de la acreditación
correspondiente, podemos decir que estamos funcionando como Casa Hogar de
manera legal y acorde a la normativa de la República y a la de la Municipalidad
de Pachacámac. Desde este pasado Jueves que se realizó la inspección ocular
pertinente. Hasta ahora, no teníamos el espacio en regla, era una de las cosas
que teníamos pendiente, no nos preocupaba en demasía ya que existen hogares que
llevan 10 años funcionando y acogiendo jóvenes sin necesidad de licencia de
funcionamiento.
Esto es Perú.
Aunque lo normal sería
(siendo hoy domingo) que me encontrara disfrutando de un relajado día de playa
con los chicos, estoy en el Hogar junto a Romel tratando de ayudarle en las
innumerables tareas que lleva arrastrando hace días. Tal y como era de esperar,
el cambio de colegio le está afectando debido a que el nivel exigido es mayor y a que su autoestima no le beneficia.
Él, así como el resto de los que
habitamos en Casa Vida, recibimos ayuda psicológica ya sea de manera más
específica o generalizada, dependiendo. A los jóvenes, se les invita quincenalmente a conversar con los profesionales y a los adultos cuidadores se nos dan charlas para lograr un mayor control y herramientas para el día día.
Por suerte, hablando un poco de todo, pudimos redirigir a un Hogar amigo en Picapiedra al niño revoltoso que habitaba con su mamá un cerrito en Sta. Anita (del que os hablaba la semana pasada); menos mal, porque la verdad es que el ritmo que estamos llevando ya es elevado como tener que acoplar un nuevo miembro que habría significado más atenciones y una rápida adaptación comunal...
Entre otras cosas, este fin de semana tocó celebrar el cumpleaños de Julia, así como despedirla hasta que vuelva a estar con nosotros otra vez, más pronto que tarde, se le echará en falta.